Cortazeando
Ella se levanta temprano porque tiene un compromiso. Su hermana mayor no lo hace, pues ha repetido esta rutina durante toda la semana. En su cama, Emilia sueña con sus quehaceres diarios, en un contexto poco común, en un formato más que arbitrario, pero sueña.
Carola no encuentra calzado que le siente bien con su atuendo. Si de eventos religiosos se trata, es siempre un milagro vestirse adecuadamente. Todo es criticado y absuelto al más grave de los pecados en estas ocasiones, piensa la invitada. Está apurada y encuentra la solución en los zapatos negros de su hermana. Qué hacer. Emilia duerme como nunca lo ha hecho y los zapatitos negros allí, dentro de su cajita de cartón, dentro del placard, en la pieza de quien sueña.
Pero la menor no lo duda y golpea la puerta del dormitorio. Primero temerosa, luego frenéticamente. Emilia escucha golpes en su cabeza. Su profesora de Idiomas no hace más que azotarla por no haber cumplido con el deber para su clase. De pronto, la mayor recuerda el episodio de esa tarde en que su hermana había derramado el desayuno sobre sus tareas.
Carola sigue golpeando la puerta. Ahora también grita su nombre. Entonces no lo piensa dos veces y corre. Se encuentra con mucha gente que la conoce. La saludan como si el tiempo que faltase para un nuevo encuentro fuese eterno. Pero ella no se detiene, y de pronto se ve a sí misma reflejada en el espejo de su cuarto. Se percata de los golpes que aún sigue escuchando y que la docente ha dejado marcados en su rostro. Un hilo de sangre recorre su frente hasta tocar los labios. Entonces respira profundo y despierta.
Pero ya es tarde. La puerta de madera maciza cae sobre ella. Alcanza a ver el gesto de la menor y sus zapatos negros, como siempre, junto a su cama, como nunca, tan brillosos, como nunca, tan negros, como su futuro.
Carola no encuentra calzado que le siente bien con su atuendo. Si de eventos religiosos se trata, es siempre un milagro vestirse adecuadamente. Todo es criticado y absuelto al más grave de los pecados en estas ocasiones, piensa la invitada. Está apurada y encuentra la solución en los zapatos negros de su hermana. Qué hacer. Emilia duerme como nunca lo ha hecho y los zapatitos negros allí, dentro de su cajita de cartón, dentro del placard, en la pieza de quien sueña.
Pero la menor no lo duda y golpea la puerta del dormitorio. Primero temerosa, luego frenéticamente. Emilia escucha golpes en su cabeza. Su profesora de Idiomas no hace más que azotarla por no haber cumplido con el deber para su clase. De pronto, la mayor recuerda el episodio de esa tarde en que su hermana había derramado el desayuno sobre sus tareas.
Carola sigue golpeando la puerta. Ahora también grita su nombre. Entonces no lo piensa dos veces y corre. Se encuentra con mucha gente que la conoce. La saludan como si el tiempo que faltase para un nuevo encuentro fuese eterno. Pero ella no se detiene, y de pronto se ve a sí misma reflejada en el espejo de su cuarto. Se percata de los golpes que aún sigue escuchando y que la docente ha dejado marcados en su rostro. Un hilo de sangre recorre su frente hasta tocar los labios. Entonces respira profundo y despierta.
Pero ya es tarde. La puerta de madera maciza cae sobre ella. Alcanza a ver el gesto de la menor y sus zapatos negros, como siempre, junto a su cama, como nunca, tan brillosos, como nunca, tan negros, como su futuro.
1 Comments:
muy complicado para mi poco tiempo para leerlo.....
pero me gusto la forma de escribirlo
besos
lu
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