excusas y exclusas de la erradamente errante maternidad
la maternidad me asalta, te asalta, nos asalta en una mirada, un guiño de ojos, un abrazo donde palpo niños o marcas de niños,
la maternidad con hijos o sin ellos nos ataca y entonces nos debora el deseo, el desenfreno y el desencanto,
no quiero, niño que no serás, albergarte entre mis tripas, es espantosamente absurdo darte ese lugar y acarrearte de aquí para allá para que luego todos e incluso yo creamos que por eso, por ese peso llevado dentro del vientre y por todo el resto del peso que vendrá cuando el peso esté fuera, que creamos que por eso o por cualquier otra excusa, debés ser mío y nuestro y de la humanidad
vos, solo te pertenecés a vos mismo y al mismo tiempo no, te habitás y te habitan los miedos y deseos ajenos y un poco hay que pelearla, sí, y hay un punto donde la lucha conviene, es en el mismo punto en que la misma se disuelve cuando la chispa de lucidez se enciende y aprendes a reir con tus otros tu, construcciones de tiempos y espacios de ti mismo entre otros seres
y hay otro punto donde la lucha puede que también convenga y no es necesariamente cuando se disuelve
pero cómo hacer para que construyamos esto así si no tardarán en convencerte que eres nuestro y sobre todo mío, que me debes la existencia y por eso pagarás hasta que yo me muera, o sea nunca ya que seré la primera en habitarte y con un poco de suerte te recuperarás de mi con mayor o menor gasto energético, y esto es solo por haber decidido darte lugar físico a plazo fijo, fijado, casi estudiado de antaño
y andamos trémulos cuestionando unos más otros menos la agria imposición de no poder no creer que no sabemos no repetir el círculo vicioso del poseer para ser no sabemos qué ni para qué
la maternidad sin tiempo a la que me expongo y te expongo hombre, habla tanto de monárquicos soles encendidos en la víspera de poder como de aliento incontenible de dar sin más búsqueda que el encuentro, el placer que te empapa al mojarme
difícil desposeer cuando lo que se desea poseer nos hace libres…le pifiamos en el verbo claro
porque sin querer me convierto en madre y me aterro, porque sin entender creo entenderte, me pongo en el lugar de ella y me asusta pensar luego que todo eso tuvo que ver con la maternidad
ellas, las madres, están ahí aguantando a sorbos breves que les devolvamos el amor que nos han brindado y me pregunto por qué, porque ellas como yo saben que es un imposible y eso las y nos atemoriza al punto de beber en sorbos cada vez más grandes la paciencia del nunca entender para qué
y me pregunto con mucha más bronca que ingenuidad, ¿por qué el amor se vuelve posesión? ¿cuándo fue que se volvió tan difícil no sentirlo así? ¿cómo es que cuando me doy cuenta también complicado es cambiarlo?
y todo esto que digo no existe ni tiene sentido si no existes niño, no existe y tiene menos sentido cuando siento que no existirás
y lo siento tan fuerte hijo que no serás, lo siento porque te invento en el hombre que roza mi vientre y esa mano es la de ese niño en la que por momentos se convierte él y no por acto de magia y si es a veces por acto de magia es porque cuando la mirada se une a todo lo que compone ese acto ya no es solo ganas de maternidad de mi lado, es maternidadpaternidad recíproca y entonces me siento tan rara, extranjera de mi cuerpo,
Aborto
o
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y anulo el tiempo y el pensamiento unívoco que me impusieron y el acto se encauza hacia ese otro lugar más potable y las aguas turbias que rodean y alimentan este miedo maternal se desmaterializan y siento de verdad cuan infinito es y puede ser ese momento en que de verdad nos queremos
y es entonces cuando más me acerco a tu sonrisa y tu desnudez
y festejo incluirte sin excusas, ni exclusas ni exclusividad